Estos días me han sucedido algunas cosas que me han hecho darme cuenta de que en toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, nos vemos obligados a pasarnos la mitad de nuestro tiempo en este mundo pidiendo perdón por todo.
Cuando nacemos pedimos perdón a nuestros padres alrededor de 100 veces al día por todas las travesuras y chiquilladas que inocentemente hacemos sin parar. Naturalmente, pocas veces lo pedimos de todo corazón y la gran mayoría de las veces es un simple compromiso o una forma de evitar un bofetón paterno.
Cuando somos jóvenes e inexpertos, tenemos que pedir perdón porque nuestra generación es una maleducada y ya no apreciamos los viejos valores que tanto han aportado a nuestra avanzadísima civilización occidental.
De hecho cualquier persona que ya no sea "joven e inexperta" como tu, puede recriminarte tu pertenencia a ese grupo de gente tan malévolo y conspiratorio como son "los jóvenes".
Y finalmente cuando nos hacemos viejos, nos toca pedir perdón por ser un estorbo, por no poder ayudar todo lo que nos gustaría, incluso por enfermar.
Cualquiera diria que, a pesar de ser una sociedad teóricamente laica, de pensamiento liberal y comportamiento libertino, aun nos vemos maniatados y cohartados por ese "pecado original" que tan hondo llevamos tatuado.
Llegados a este punto uno no puede evitar preguntarse:
¿Que tal si dejamos de pedirnos perdón mutuamente y nos dedicamos a querernos un poco y a disfrutar del unico pecado realmente original que tenemos; LA VIDA?
En burro
Hace 5 años
Pues deberíamos de hacer eso, pero nose si es tan fácil como parece.
ResponderEliminarUn abrazo!!