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viernes, 26 de marzo de 2010

Cuando la morriña te quita el hambre.

Nunca sabes lo que es ni lo entiendes hasta que te pasa, se llama morriña, y nadie sabe porque narices conforme se le acerca a uno el momento de volver a su tierra, aunque sea por una breve estancia, aumenta este sentimiento que no te deja ni ganas de comer, por muy voraz y salvaje que sea tu apetito habitual.

Uno acostumbra a echar de menos su casa, su familia, su tierra, sus costumbres, las fiestas... en fin, de todo. Lo bueno es que en mi caso todas se pueden resumir en una sola palabra que contiene todo lo que añoro:
Los amigos, con sus virtudes y sus defectos pero con un adjetivo por encima de todos, MIS amigos.

sábado, 6 de marzo de 2010

Pidiendo Perdón

Estos días me han sucedido algunas cosas que me han hecho darme cuenta de que en toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, nos vemos obligados a pasarnos la mitad de nuestro tiempo en este mundo pidiendo perdón por todo.

Cuando nacemos pedimos perdón a nuestros padres alrededor de 100 veces al día por todas las travesuras y chiquilladas que inocentemente hacemos sin parar. Naturalmente, pocas veces lo pedimos de todo corazón y la gran mayoría de las veces es un simple compromiso o una forma de evitar un bofetón paterno.
Cuando somos jóvenes e inexpertos, tenemos que pedir perdón porque nuestra generación es una maleducada y ya no apreciamos los viejos valores que tanto han aportado a nuestra avanzadísima civilización occidental.
De hecho cualquier persona que ya no sea "joven e inexperta" como tu, puede recriminarte tu pertenencia a ese grupo de gente tan malévolo y conspiratorio como son "los jóvenes".
Y finalmente cuando nos hacemos viejos, nos toca pedir perdón por ser un estorbo, por no poder ayudar todo lo que nos gustaría, incluso por enfermar.

Cualquiera diria que, a pesar de ser una sociedad teóricamente laica, de pensamiento liberal y comportamiento libertino, aun nos vemos maniatados y cohartados por ese "pecado original" que tan hondo llevamos tatuado.

Llegados a este punto uno no puede evitar preguntarse:
¿Que tal si dejamos de pedirnos perdón mutuamente y nos dedicamos a querernos un poco y a disfrutar del unico pecado realmente original que tenemos; LA VIDA?